Cuando abríamos el 2019 con unas reglas fundamentales de la evolución del español desde el latín, pasamos alguna que otra vez de puntillas por el tema de la inflexión intentando no meneallo demasiado, no fuera a ser peor. Incluso llegamos a omitir su mención por completo en algunos étimos cuya evolución no se explica sin ella.
Como estamos cerrando el año que abríamos con aquel artículo, mediante el presente vamos a agitar el avispero de la inflexión para ver si podemos entender de forma medianamente razonable un fenómeno que no es fácil de comprender de primeras, pero que, una vez aprehendido, es un concepto de gran utilidad que explica muchas aparentes excepciones en la evolución de los étimos latinos al español.
La yod, el sonido de las fonéticas históricas
La primera vez que oí hablar de la tal yod fue en el primer año de la carrera de Filología Clásica cuando nos tocaba cortar las palabras griegas a cachos. Según nos intentaba explicar nuestro profesor, había un sonido, que realmente no estaba ahí, pero que supuestamente había estado, había hecho lo que había querido con la palabra, y luego había desaparecido por completo.
Algo más tarde me enteré de que este sonido ya había hecho de las suyas tan pronto como en el protoindoeuropeo y de que también iría a tener sus aventuras en la lengua latina.
Sin embargo, donde la yod causa estragos es en las lenguas romances en general y, como vamos a ver, en la historia del castellano en particular.
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Pero… ¿qué es la yod?
La yod es el nombre por el que se suele conocer en gramática histórica a un sonido deslizante, semivocálico o semiconsonántico, que transcribimos como [j] o [i̯] (más sobre esto un poco más adelante) y que encontramos en palabras inglesas como yes o yogurt (no confundir con el sonido, mucho más fuerte, de joke).
Es una gran protagonista en los estudios lingüísticos —no solo del ámbito de la filología clásica y de los estudios románicos, pero sí especialmente en ellos— precisamente por lo que ya hemos adelantado: tiene la manía de hacer su aparición, modificar sustancialmente una palabra y a menudo desaparecer a continuación.
Aun así, no nos confundamos. Que hayamos puesto ejemplos en inglés y que hayamos dicho que a menudo desaparece no quiere decir que no tengamos yod en español. Efectivamente, los diptongos españoles —ya ascendentes, ya descendentes— en los que hay una i tienen una yod: todas esas íes de los diptongos de palabras como «miedo» o «aceite», «gracia» o «aire» son yod.
Por si fuera poco, resulta que la yod tiene su hermano, de comportamiento similar, la wau.
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Entonces, ¿qué es la wau?
La wau es básicamente lo mismo que la yod, pero con timbre velar en lugar de palatal, es decir, la [w] del inglés what o water, aunque también puede aparecer como [u̯] según la lengua y el contexto.
De la wau también se habla bastante en los estudios de griego antiguo por ser un sonido que, aunque también desapareció en el griego clásico —sea lo que sea a lo que nos refiramos con eso—, tuvo en esta lengua su propia letra, la digamma ‹ϝ›, e incluso influía en la métrica de poetas como el mismísimo Homero.
Por supuesto, la wau también existe en los diptongos españoles como los que tenemos en «bueno» o en «Europa». En cambio, su papel histórico en la evolución del español desde el latín es menor que el de la yod, aunque tampoco se la puede dejar de lado; no en vano, es protagonista del betacismo.
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¿Por qué uso siempre [i̯, u̯] y no [j, w]?
El que se haya empapado de bastante delcastellano.com quizá se haya fijado ya en que para el español nunca uso los símbolos [j, w] (aunque sí llego a usarlos para el latín y por supuesto para lenguas extranjeras como el inglés).
Los más experimentados en fonética posiblemente se pregunten por qué transcribo, por ejemplo, «agua» como [ˈaɣu̯a] y no como [ˈaɣwa] o «Javier» como [xaˈβi̯eɾ] y no como [xaˈβjeɾ], siendo las segundas transcripciones las que se suelen hacer y no las primeras. O quizá te importe bastante poco.
Sin ser embajador ni preceptor de la RAE ni de la ASALE, creo que el razonamiento que hacen en su tomo de fonética de la Nueva gramática de la lengua española es acertado (parrafación y negritas mías):
[…] Las vocales que se agrupan con la vocal silábica en una misma sílaba reciben el nombre de ligaduras, deslizadas, sonantes de deslizamiento, paravocales o, como se prefiere en esta obra, vocales satélites o marginales. Además, tradicionalmente, según la posición de la vocal marginal en la sílaba, se ha distinguido entre semivocal y semiconsonante. Así, el primer elemento vocálico de un diptongo creciente […] se ha definido como semiconsonante. Por su parte, el segundo elemento vocálico de un diptongo decreciente […] se ha denominado semivocal.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que las características articulatorias y acústicas de estos elementos son similares, y que las diferencias que existen entre ellos pueden atribuirse al efecto de la posición que ocupan en la sílaba. En el inicio de la vocal que precede a la cima, se produce un cierre de los órganos articuladores similar al que existe en la realización de una consonante; a este cierre, le sigue una abertura gradual hasta que se emite la vocal silábica. Por el contrario, en la articulación de la vocal posterior a la cima, el mecanismo es el inverso […].
Así pues, tanto las vocales marginales llamadas semivocales como las semiconsonantes son sonidos de transición entre las vocales silábicas y las consonantes de los márgenes silábicos. […] Según el alfabeto fonético internacional, la transcripción de estos segmentos es [u̯], [i̯], tanto si preceden como si se colocan detrás de la vocal silábica.
En cualquier caso, como siempre digo, si tienes que hacer un examen del que depende en mayor o menor medida tu futuro académico, transcribe siguiendo las pautas de tu profesor.
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La inflexión por yod y por wau
Vayamos ahora a explicar el fenómeno de la inflexión. Como decía en la introducción, la inflexión no es inicialmente fácil de comprender, quizá porque puede parecer, en un principio, algo que no es, y probablemente también porque en los manuales se incluye el famoso cuadro de los cuatro tipos de yod de Menéndez Pidal o —no sé qué es peor— no se incluye ni se menciona y ni siquiera se llama inflexión a la inflexión.
Habiendo estado yo mismo en la situación de no terminar de captar en qué consistía exactamente la inflexión a través de los manuales, haré lo posible por intentar explicarlo de forma que hasta yo lo hubiera entendido entonces.
Qué no es la inflexión
Quizá sea más fácil empezar aclarando que la inflexión no es —como yo maldeduje mi primera vez— una especie de anulación de la diptongación de casos como ŏcto > «ocho».
Efectivamente, una ŏ tónica latina se supone que da ue en español, como en nŏve > «nueve» o pŏrta > «puerta». Por tanto, vemos que algo raro ha pasado con ŏcto > «ocho», que en principio debería haber dado *huecho (y no, la razón no es que a los castellanos eso les habría sonado mal como te lo suena a ti).
La inflexión tampoco es la conservación del timbre original latino, como podría pensarse de casos como trŭcta > «trucha».
Efectivamente, eso es lo que acaba pasando, que u latina acaba como u en español cuando deberíamos haber tenido o, pues ŭ da o, como en palŭmba > «paloma». Por tanto, en un principio, de trŭcta deberíamos haber tenido *trocha.
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Qué es la inflexión, grosso modo
Para entender qué es la inflexión debemos tener en cuenta dos puntos fundamentales: su definición y el sistema vocálico del latín vulgar. Además de centrarnos en estos dos puntos, debemos no dejarnos deslumbrar por mucha otra información adicional que aparece siempre en los manuales.
La definición de «inflexión» es bien simple. La inflexión es el cierre en un grado de una vocal por influencia de una deslizante próxima (contigua o no), casi siempre yod, pero también wau. (Por tanto, es un tipo de metafonía, una asimilación incluso, aunque este es uno de esos detalles en los que no deberíamos perdernos). Así de fácil, así de simple.
El otro requisito necesario, según la definición, es estar familiarizados con el sistema vocálico del latín vulgar. Como la vocal que recibe la inflexión (el fenómeno es transitivo: la deslizante inflexiona otra vocal, que recibe, pues, la inflexión o, por no liarnos, simplemente se cierra) suele ser tónica, centrémonos en el vocalismo tónico del latín vulgar:
Centrémonos exclusivamente en el trapecio de la derecha, el del latín vulgar. Si tenemos en cuenta que lo que llamamos cierre vocálico, llevado al trapecio de las vocales, supone ir de abajo arriba, las conclusiones que hemos de sacar son que los resultados de la inflexión son (incluyendo su frecuencia):
- [ɛ] se cierra en [e] muy frecuentemente
- [ɔ] se cierra en [o] con bastante frecuencia
- [o] se cierra en [u] frecuentemente
- [e] se cierra en [i] con cierta frecuencia
- [a] se cierra en [e] ocasionalmente
(Obviamente, /i/ y /u/, que son las vocales más cerradas, no pueden cerrarse más y, por tanto, no sufren inflexión).
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Retomando los ejemplos, vemos que estas reglas básicas de la inflexión se cumplen efectivamente (de aquí en adelante, marcaremos con >> el paso en el que hay inflexión):
- trŭcta > tr[o]cta >> «trucha»
- ŏcto > [ɔ]cto >> «ocho»
Por entenderlo mejor, vamos a explicarlo con más detalle en este vídeo:
Inflexión por yod
Hemos mencionado que la mayoría de las inflexiones son causadas por una yod dentro de la palabra. La inflexión puede afectar a una vocal tónica más frecuentemente, pero también átona, y en la misma sílaba o en sílabas distintas.
En el ya mencionado cuadro de Menéndez Pidal, el célebre filólogo establece un total de cuatro tipos de yod, a las que llama yod primera, yod segunda, yod tercera y yod cuarta. Esta cronología indica que la primera yod nunca inflexiona, la segunda sí inflexiona a veces, la tercera inflexiona aún más y la cuarta inflexiona casi siempre.
(A pesar de lo razonablemente sistematizada que está la tabla, entraña misterios aún sin resolver. Vamos a lo que sabemos y lo que podemos usar nosotros en nuestro día a día).
Aunque no vamos a estudiar el cuadro propiamente (¡ni siquiera hay cuadro en este artículo!), sí es importante tener clara una cosa a la hora de estudiar su contenido, pues visualmente parece haber —o me lo parece a mí— más énfasis en el resultado consonántico de los efectos de la yod, pero lo que estamos estudiando es, realmente, los (posibles) efectos de la yod en las vocales. ¡No nos distraigamos con los efectos de la yod en las consonantes!
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Yod primera
Esta es la más fácil, pues nunca inflexiona, es decir, nunca modifica otra vocal de la palabra.
Por ejemplo, en malĭtia > [maˈleti̯a] > «maleza» no ha habido inflexión y la ĭ ha evolucionado, según lo esperable, a e. (Por supuesto, existe la palabra «malicia», pero es un [semi]cultismo, no resultado de una inexistente inflexión).
Otros ejemplos que evolucionan según lo que esperamos:
- platea > [ˈplati̯a] > «plaza»
- pĕttia > [ˈpɛtti̯a] > «pieza»
- fŏrtia > [ˈfɔɾti̯a] > «fuerza»
- lŭtea > [ˈloti̯a] > «loza»
Vamos a verlo brevemente en este vídeo:
Yod segunda
Esta sí causa algunas inflexiones. Como decía, la yod 2.ª sí causa algunas inflexiones, aunque no con todas las vocales e, incluso con la misma vocal, unas veces sí y otras no, sin que se sepa muy bien por qué.
Por ejemplo, spĕculu > (e)sp[ɛ]c(o)lo > esp[ɛi̯]lo >> esp[ei̯]lo > «espejo». Vemos que ha sufrido inflexión, ya que de lo contrario una ĕ habría diptongado y habríamos dado con *espiejo.
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Sin embargo, vemos que en el mismo contexto¹ podemos tener falta de inflexión y por tanto diptongación, como en vĕtulu > v[ɛ]clo > v[ɛi̯]lo >> v[ei̯]lo > «viejo».
¹ Teniendo en cuenta que a este respecto k.l y t.l actúan igual, pues ya en el propio latín vulgar, como se ve en el Appendix Probi, t.l evoluciona a k.l: vetulus non veclus.
Vamos a explicarlo un poco mejor en el vídeo:
Yod tercera
Esta yod inflexiona principalmente cuando la yod se ha conservado (es decir, no ha desaparecido / sido absorbida).
Por ejemplo, de nŏviu tenemos «novio» y no *nuevio. Aun así, también puede inflexionar esta yod incluso si acaba desapareciendo, como en pŏdiu > «poyo», no *pueyo.
Veamos estos ejemplos en el siguiente vídeo:
Yod cuarta
Esta cuarta yod es la que se origina de un mayor número de grupos y la que más inflexiona (todas las vocales excepto casos como strĭctu > «estrecho»). Se da en grupos de tres tipos.
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Del primer tipo de grupo tenemos, por ejemplo, lĕctu > l[ɛ]cto >> l[ei̯]to > l[ei̯tʃ]o > «lecho», y no *liecho como habríamos esperado sin inflexión.
El segundo tipo es el resultado de la metátesis de yod, muy frecuente en ri > [i̯ɾ], por ejemplo en matĕria > mat[ɛ]ria >> mat[ei̯]ra > «madera», no *madiera.
En el último grupo aparece una yod por la diptongación de un hiato tras una síncopa, por ejemplo en tēpidu > t[e]pe(d)o > t[e]pio >> tipio > «tibio», no *tebio.
Lo vamos a ver mejor en este vídeo:
Inflexión por wau
Ya hemos dicho que la inflexión causada por una wau es mucho menos frecuente que la de yod, pero haberlas haylas. Entre sus limitaciones tenemos que nunca llega a afectar a la a.
La wau que inflexiona a las demás vocales suele ser la derivada del apéndice labial [ʷ] de una oclusiva labiovelar latina (y entonces se fonologiza como deslizante: [ʷ] > [u̯]) o, más frecuentemente, una wau aparece a lo largo de la evolución de la palabra.
Del primer caso tenemos, por ejemplo, aequale [ae̯ˈkʷale] > [eku̯]ale > eguale >> iguale > «igual», no *egual.
Lo podemos ver en este vídeo:
Del otro tenemos, por ejemplo, variola > vairola > vairuela > veiruela > veruela >> «viruela», no *veruela.²
² La evolución de esta palabra hasta la inflexión requiere, como se ve, bastantes pasos previos en cuya explicación detallada no vamos a entrar.
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Últimas palabras y conclusión
Como vemos, la inflexión —sea causada ya por yod, ya por wau— explica el cambio de timbre en español de muchas vocales latinas que, de otra forma, no se explicaría.
En niveles preuniversitarios, como ya dije, vale con simplemente ignorar a voluntad las vocales conflictivas; sin embargo, el comprometido con la fonética y fonología históricas tiene que quebrarse inicialmente la cabeza con el tema.
Y entonces… ¿por qué bebemos leche y no latte? Estamos al final del artículo y aún no hemos resuelto la pregunta del nombre del artículo. Es obvio que por la inflexión y, en última instancia, a causa de la yod, que no solo modifica la vocal, sino que de hecho, también, modifica la consonante.
Partiendo de un étimo del latín vulgar lacte (en latín clásico es neutro: lac, lactis), acabamos con «leche». ¿Dónde está la yod que ha causado el destrozo? Eso lo explico también en el vídeo:
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«Por qué bebemos leche y no latte: la inflexión, la yod y la wau», de delcastellano.com.